¡Ostia, quema!

En busca de emociones fuertes me fui a desayunar a una cafetería. Aunque el café parecía caliente no pude esperar (así somos los estimuladores), y al darle el primer sorbo:
¡¡¡UAAHHH!!!

Fue como meter la lengua en un barreño de hierro fundido, pero he aprendido la lección. Mañana pediré un sol y sombra.

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